Don Pascual López,sentado en el despacho,releía el informe fechado a veinte de Agosto de
mil ochocientos cincuenta y cinco firmado por el gobernador provincial.
Este,enterado de la muerte en ese pueblo de un cirujano,comunicaba que no podía mandarles ninguno
pues no les convenía cambiar una clientela por otra…y terminaba con una frase que a Don Pascual
exasperaba:…tengo entendido que les queda otro facultativo.
En el caserío las pláticas de los amos fueron acallándose. Los criados susurraban,abrumados por el
silencio el tiempo que estaban con ellos.Las familias del caserío apenas se movían,su ejercicio diario se
limitaba a dirijirse a la mesa.
Nadie había huido del pueblo.Había serenidad en los ánimos.Un hecho tristemente cierto era que un
número elevado de familias estaban sometidas a la mortífera influencia del mal sufriendo sus temibles
efectos.En las casas señaladas,de los infestados,muchos invadidos,desaparecida la frialdad general
sufren ahora el calor y el sudor.A estos después de habérseles aplicado en un primer periodo lavativas
que debían estar compuestas según Don Pablo,de huevo batido,un puñado de almidón y media
azumbre de horchata de arroz crudo bien desleido con doce gotas de laudano liquido,son sangrados
poniéndose las sanguijuelas en las sienes y boca del estómago.
Una de las noches los amos no subieron a sus habitaciones.En los días sucesivos a través de los inters-
ticios de la primera planta,comenzó a esparcirse un hedor muy superior al de las caballerizas,con
efectos nauseabundos.Cada día la puerta ofrecía mayor resistencia,y al esfuerzo de los criados para
entrar seguía una densa atmósfera,irrespirable.
La cabeza congestionada se abandonaba al juego de las llamas y la debilidad impedía desenvolverse en
mesa.
Todo resultaba entonces pesado,demasiado pesado y la boca se abría exageradamente intentando
respirar.Salir se convertía entonces en la única obsesión.
Los pies se pegaban al suelo en otro tiempo resbaladizo.