LOS VEULINES,CAPÍTULO QUINTO.,,S MOLINA LÓPEZ

                              
 
                                  La iluminación se limitaba a varias velas formando círculo en el centro,en el resto bailaban
                  las sombras.
                  
                 En el parte oficial de Don Pascual López figuraba:De ciento cincuenta y tres invadidos un total de
                 veinticinco muertos.
                 Según subscribe el señor alcalde constitucional de casas Moya,la afligida población,libre de la
                 calamidad del cólera morbo el cinco de Octubre de mil ochocientos cincuenta y cinco,acordaba los
                 días para celebrar la feria de aquella villa.
 
               
 
                En el caserío el hombre,febrilmente,avanzaba hacia el criado,la oscuridad era casi absoluta,las rendijas
                estaban taponadas.
                Amos e invitados se volatizaron.Sólo existían ellos dos.Sus brazos rodearon el cuello del criado,
                tembloroso,su cara bañada en un sudor pegajoso se restregaba contra él.Su respiración era entre-
                cortada, se balanceaba y no conseguía articular palabra hasta que,en uno de esos vaivenes,el criado
                se sintió salpicado de un liquido pastoso que escurría por su camisa hasta filtrarse en su cuerpo.
                El hombre cayó al suelo y permaneció inerte.
 
                …Y el amo,mientras los mozos lo arrastraban ,les señalaba el camino de la villa donde la afligida
               población se preparaba para celebrar la función inmemorial.
               En el pueblo,en una de las callejas,apareció el cadáver:-Un hombre de unos cuarenta años,estatura
               de unos cinco pies,pelo rubio,ojos pardos,nariz regular y barba cerrada…
              Varios segadores creyeron reconocer en el hombre… 
              FIN ,

LOS VEULINES,,CAPÍTULO 4,,S.MOLINA LÓPEZ

 
 
                                    Los pies se pegaban al suelo en otro tiempo resbaladizo y que día a día se volvía más pastoso.
        En el último sector,junto a la puerta,aparecía pegajoso húmedo.
        Fuera;los criados se veían todavía envueltos por la pestilencia que en el piso dejaban sus pisadas.
       En esos momentos todo cuanto les rodeaba se volvía repugnante sólo crecía en ellos el deseo de salir,pero
       estos momentos temían más el mortífero azote que campeaba sobre el caserío y continuaban confinados
       con sus amos.
 
       Durante algún tiempo las moscas obsesionaron a los amos.Se sentían amenazadas por ellas.En la penumbra
       una de las mujeres se movía,giraba la cabeza hacía uno u otro lado y repetía mecánicamente,sin emoción,
       la misma frase:
 
       Estas que zurren son de las malas.
       En una esquina el amo,sin afeitar,se sacudía con las manos:¡Que moscas¡.
       ¡Por aquí se han metido dos o tres¡-
       La mujer torpemente buscaba entre su pecherín.
       Todos los demás pululaban por la habitación,batiendo el aire,la mujer en el suelo se retorcía:
       ¡Son veulines,no son moscas¡
       ¡Esperaté aquí granuja¡-Y  mientras empujaba a la puerta,el criado,en la oscuridad,veía al amo con el puño
       cerrado golpeando la pared.
       En una de las habitaciones las sombras habían determinado el espacio.
       Los muebles habían sido arrinconados y entre ellos se arrastraba un hombre de unos cuarenta años,
       de unos cinco pies de estatura,nariz regular y barba cerrada.La iluminación se limitaba a varias velas
       formando circulo en el centro,en el resto bailaban las sombras.

LOS VEULINES,,,CAPÍTULO SEGUNDO

 
 
                                 Don Pablo,el facultativo,debía tener unos treinta años,de estatura algo más que regular
                   y color blanco descolorido.En medio del unísono quejido,reposó su mirada distraida en las
                   moradas uñas del moribundo.
                   Pasando sobre unos y otros se deslizó hacia el exterior donde se sentó en los escalones arrugándose,
                   doblándose y con-trayéndose varias veces.
                   Don Pascual López  que le miraba desde el ayuntamiento,le vio hundir la cabeza entre los brazos
                   mientras su cuerpo se movía ahora más lentamente,como un péndulo .
                   Le observó pausadamente y después se decidió a sellar el sudado y corregido escrito pidiendo otro
                   facultativo.
 
                   El amo tenía fama de hombre versátil.Como en una ceremonia invariable,cuando fumaba,
                   se desabotonaba la chaquetilla y,antes que decidiera prohibirlo,liaba pacientemente el tabaco y
                   seguía la trayectoria del humo  en su intersección con los rayos luminosos.
                   La escasa luz que lograba filtrarse través de las maderas,proyectaban un haz en el suelo que atraía
                   a las amas.Se dilataban sus pupilas en la oscuridad en un intento de adivinar cuanto les rodeaba.
                   A veces miraban y parecían dedicarse a vigilar el movimiento.
                 
                   Sólo dos hombres permanecían en el caserío.
                   El uno respondía por Juan,era alto,vestía con pantalón de pana verde y chaleco de terciopelo.
                   El segundo era de unos cincuenta años,alto,cara larga,color trigueño,vestía con calzoncillos blancos.
 
                   Los dos hombres recorrían el caserío y realizaban las labores de almacenaje y distribución de víveres.
                   Observaban éstos que los amos e invitados,reunidos,muy rara vez abandonaban la casa,alargando
                   el tiempo de marchar a sus habitaciones hasta la madrugada.
 
                   A veces durante el día la atmósfera en las habitaciones se condensaba.Los dos hombres,a empellones
                   se dirigían hacia la puerta,uno u otro la abría y los bultos,distribuidos en la penumbra,se estremecían.
                   Entonces el criado encendía las velas y los bultos esperaban ávidamente el momento en que se
                   retiraban para apresurarse a la comida.
 
                   Con el sordo sonido de los carros que transportaban a los cadáveres y el llanto de las familias.Don
                   Pascual López ,sentado en el despacho,releía el informe fechado a veinte de Agosto de mil ocho-   
                   cientos cincuenta y cinco,firmado por el gobernador provincial.       
                     
 
             
                  

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